3.3. Aproximaciones conceptuales
3.3.4. Vigilancia y geopolítica
La presencia de la tecnología y las interfaces se extiende cada vez a más ámbitos vitales con un alcance de escala planetaria. Esto no solo implica claras consecuencias climáticas, como hemos visto, sino que también afecta nuestra privacidad y traza nuevas relaciones geopolíticas.
Por un lado, la concentración del negocio tecnológico tiende claramente a concentrarse en unas pocas manos. Los llamados gigantes tecnológicos diversifican sus actividades hasta el punto que, por ejemplo, Google, Amazon, Microsoft y Meta ya disponen de sus propios cables submarinos. Esto implica que estas grandes empresas tendrán todavía menos restricciones a la hora de gestionar los datos, es decir, nuestras comunicaciones están en manos privadas y, por lo tanto, en manos de sus intereses como negocios.
Por otro lado, las políticas de estas empresas transnacionales chocan con las de los diferentes países y a la vez redibujan las tradicionales fronteras geográficas.
Un tercer aspecto dentro de este bloque de contenidos es el capitalismo de vigilancia, un término que hace referencia a cómo cedemos los datos continuamente a las empresas privadas, que los usan para hacer negocio. Cada vez que hacemos Me gusta en una red social o que buscamos ciertos servicios o productos en Google, nuestros gustos e intereses son utilizados para construir modelos computacionales que ayuden a predecir comportamientos, por ejemplo, con publicidad personalizada. Para mayor información, podéis consultar la ficha capitalismo de la vigilancia en el Design Toolkit.
Un colectivo que desde el 2007 hasta el 2013, aproximadamente, abordó estas cuestiones es Free and Art Technology Lab (más conocidos como F.A.T. Lab). De perfiles diversos –artistas, ingenieros o abogados– realizaron proyectos colaborativos que confrontaban la progresiva privatización de internet y la homogeneización de los discursos alrededor del mundo digital. Siempre con sentido del humor, espíritu hacker y licencias abiertas para que todo el mundo pudiera copiar o replicar sus proyectos.
Por ejemplo, dentro de F.A.T. Lab, Jamie Dubs creó Google Alarm Firefox Add-on, en 2009, una extensión que avisa al usuario cuando su información personal empieza a enviarse a servidores de Google. De este modo, ponía en evidencia que no solo enviamos datos a Google cuando usamos el buscador, sino que su presencia se extiende a muchos más servicios y webs.
Algo más reciente, del 2022, es Ad Nauseam, una extensión de Firefox que hace clics automáticamente a los diferentes anuncios para proveer de muchos y variados datos, tantos que finalmente ofusca y hace absurda la tarea de seguimiento del usuario en sus gustos e intereses.
En un sentido parecido se sitúa el proyecto Interfight de Cesar Escudero Andaluz, del 2015. Se trata de una instalación lúdica y crítica que invita a los usuarios a interactuar con una serie de robots físicos que a la vez están interactuando libremente con pantallas táctiles. Los robots acceden y navegan por webs, redes sociales o aplicaciones, haciendo clic, desplazándose arriba y abajo, abriendo o cerrando enlaces, etc.
Si bien la mayoría de propuestas críticas están relacionadas con las interfaces gráficas, también hay proyectos críticos con la interfaz que se basan en un estilo de interacción por voz. Dos proyectos que merece la pena mencionar son HackKIT, de Rubez Chong y Project Alias, de Bjørn Karmann. Las dos propuestas abordan la capacidad de los asistentes de voz de escucharnos, aunque sea pasivamente, las veinticuatro horas del día y los peligros que esto puede comportar para la privacidad. Concretamente, crean una serie de objetos que podemos poner encima de los altavoces inteligentes y que contienen a la vez un circuito de sonido que hace interferencias y dificulta la escucha por parte de estos dispositivos. En el caso de Bjørn Karmann, su proyecto ofrece la posibilidad de usar una aplicación para entrenar Alias, el objeto que tapa el altavoz, y así dejar en sus manos el control.