1. Interfaces

1.7. Transparencia y experiencia

Tal como hemos ido planteando, entendemos las interfaces no solo como aquello que facilita la interacción desde un punto de vista técnico, sino como una forma cultural, no solo un umbral entre humanos y máquinas, sino entre la cultura y la materialidad tecnológica (los datos, códigos, algoritmos y redes que hay detrás).

Uno de los objetivos que ha guiado el diseño de interfaces a lo largo de los años, y especialmente durante los años noventa, es la idea de crear interfaces transparentes que permitieran interacción sin costuras. Uno de los referentes dentro del campo de la interacción, defendió esta posición diversas veces, por ejemplo, en su famoso texto Why interfaces don’t work, publicado en 1990.

«El problema con la interfaz es que es una interfaz. Las interfaces están en medio. Yo no quiero focalizar mi energía en una interfaz. Quiero centrarme en la tarea que estoy haciendo. Tendría que ser una herramienta que ayudara, que no estuviera en medio, y, sobre todo, que no atraiga atención y energía hacia sí misma. Cuando uso el ordenador, es para hacer una tarea, no quiero estar pensando en el hecho de estarlo usando, quiero pensar en hacer una tarea. Si fuera por mí, no veríamos las interfaces del ordenador. De hecho, no veríamos los ordenadores: tanto la interfaz como el dispositivo serían invisibles».

Norman, Donald. «Why Interfaces Don’t Work». The Art of Human-Computer Interface Design, 219. Addison-Wesley, 1990.


Figura 12. Donald Norman
Fuente: Wikimedia / Paolo Sacchi.

Estas ideas han sido útiles en el desarrollo de interfaces y han contribuido a facilitar nuestras interacciones. Como bien apunta Lori Emerson, es importante no estar pensando en el teclado, el ratón y la interfaz gráfica mientras escribimos un texto, sino centrarse en el contenido de lo que se está redactando. Aun así, añade, «aunque una interfaz desaparezca, no deja de existir». Más bien comporta el riesgo de dificultar la manera como podemos percibir su poder a la hora de influir en nuestra relación con el mundo y, por lo tanto, de entender e intervenir lo que pasa detrás de la interfaz.

Este propósito de invisibilidad ha perdido fuerza los últimos años, a pesar de que continúa estando presente en ámbitos como la realidad virtual, que conecta con el paradigma de la virtualidad del que hablábamos en el subapartado 1.1. y que aparece en Things that keep us busy. Actualmente, la interacción se plantea en buena medida como una experiencia, no se quiere que pase desapercibida, sino implicar al usuario en sus propias particularidades, apelando a la emoción, el juego y la estética.

De todos modos, igual que hacer una interfaz transparente no implica que sepamos cómo funciona internamente, darle un carácter más particular mediante la experiencia o las emociones tampoco lo soluciona. El verdadero reto se sitúa en desvelar aquello que hay detrás.